El agua es un buen elemento para detener un incendio porque es incombustible, ósea que no puede arder.
Cuando colocamos agua cerca del fuego, absorbe rápidamente el calor que éste desprende y se convierte en un gas llamado vapor de agua: ha pasado del estado líquido al estado gaseoso. Este proceso absorbe gran calor y facilita apagar un incendio.